René Jules Lalique, fue un maestro vidriero y joyero francés, nacido en 1860 un gran diseñador revolucionario de la joyería del Art Nouveau, cuya formación era una perfecta mezcla de arte y oficio.
A pesar de la muerte de su padre, él fue aprendiz de orfebre a la edad de 16 años, mientras que simultáneamente estudiaba en el École des Beaux-Arts.
Fue joyero-diseñador: “freelanced”, para la casa Cartier antes de ser contratado en Destape. En 1886 Destape concedió el control de sus talleres a Lalique en reconocimiento a su talento único.
Las joyas de Lalique fueron primero exibidas en el Salón de París en 1894 y tres años más tarde recibió La Legión de Honor por su trabajo.
Antes del debut de Lalique, las joyas francesas eran concebidas como una exhibición de la riqueza del arte. Las piedras preciosas, particularmente las tallas y engaste de los diamantes, eran la preocupación de la destreza de los artesanos. En esto radicaba la jerarquía de posibles materiales que podrían ser usados según su valor y rareza. Cadenas de piedras brillantes indudablemente eran apreciadas por su apariencia, pero no daban ninguna oportunidad para que los joyeros mostrasen su poder creativo.
Las joyas de Lalique no tenían en cuenta las convenciones sociales y rompieron con las tradicionales reglas del diseño. El resultado dio piezas que fueron concebidas como trabajos independientes de arte más que meros ornamentos, y a Lalique gustaba de usar distintos materiales para conseguir el efecto deseado.
Él usaba piedras semipreciosas, no como sustitutos baratos, sino por sus colores, vetas o superficies.
Como siempre en el trabajo de Lalique las piedras eran solamente una parte de la composición. Usó todo los tipos de metales, piedras, ónix, cristal, esmalte, vidrio, madreperlas, ámbar y marfil que marcó la primera etapa de la joyería de Lalique.
Con esta gran cantidad de materiales, era capaz de producir trabajos de enorme variedad de formas y colores, ideas que le sugerían su fantasía. Aunque el costo de los materiales variaba extraordinariamente de los costos habituales de la artesanía, esto no supuso que perdiera el interés por sus creaciones, extremadamente complicadas, debido a su ingenio, originalidad e imaginación.
La fábrica que fundó funciona todavía y su nombre ha quedado asociado a la creatividad y la calidad, con diseños tanto fastuosos como discretos.
Gran admirador y coleccionista de la obra de Lalique fue Calouste Gulbenkian, empresario petrolífero de origen armenio pero radicado en Portugal, que creó el Museo Calouste Gulbenkian en Lisboa, donde se expone una buena muestra de la obra de René Lalique
René Lalique no se contentaba con diseñar sus modelos, sino que construyó también una fábrica en Wingen-sur-Moder para producir en grandes cantidades, patentando varios novedosos procesos de fabricación del vidrio y varios efectos técnicos como el satinado Lalique o el vidrio opalescente.
La excelencia de sus creaciones y el gusto que aplicaba a sus obras, le valieron los encargos para la decoración interior de numerosos barcos, trenes como el Orient-Express, iglesias como la de San Nicasio de Reims y numerosa orfebrería religiosa y civil.
René Lalique fue el primero en esculpir el vidrio para grandes obras monumentales, como las puertas del Hotel Alberto I de París o las fuentes de los Campos Elíseos
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